Edad Media

Inicia en el 476 con la caída del Imperio Romano y 1492 con el descubrimiento de América. Este periodo se divide en tres etapas:

  • Temprana Edad Media (476 – 843), la cual termina con la división del imperio de Carlomagno.
  • Alta Edad Media (843 – 1100) con la creación del feudalismo
  • Baja Edad Media (1100 – 1492) en la cual destacan las cruzadas, el crecimiento de las ciudades y el nacimiento de la burguesía.


Este periodo estuvo fuertemente marcado por la influencia de la iglesia en todos los entornos sociales. El pensamiento estaba regido por el “teocentrismo”, Dios como centro del universo. La población era analfabeta, por lo que la información de todo solo estaba dispuesta a unas cuantas personas.

La música solía dividirse en dos tipos:

Monodia religiosa: canto gregoriano, vocal de ritmo libre, a capella, en latín y a una sola voz

Profana: monódica y vocal, con melodías del canto gregoriano, pero con letras sobre el amor, el heroísmo y lo social, además de acompañarse de un instrumento.

La música y los ritos realizados para la liturgia tienen su origen en la tradición judía. En ella se encuentran la salmodia (recitado de versículos de salmos), la himnodia (textos originales de temática religiosa, más cercana a la comunidad), el responsorial (el coro responde a un solista, en el que la melodía suele ser más elaborada) y el antifonal (dos coros separados con melodías más sencillas).



Este periodo es muy marcado por el canto Gregoriano, el cual es un canto llano, monódico en función del texto, a capella, unísono, en latín; este podía ser silábico neumático (en el que hay hasta tres notas por sílaba) o melismático (cuando hay más de tres notas por sílaba). Se le atribuye su nombre al papa Gregorio I, quien trató de unificar las melodías del rito romano en un copilado sencillo para todos.

A partir del siglo IX, los cantos litúrgicos empiezan dejar de ser unísono, y aparece el organum el cual es una adición de una segunda voz en paralelo a la primera en una octava distinta. Con la aparición del organum, aparece después el discantus en el cual dos voces cantan por movimientos contrarios a distancia de cuarta, quinta u octava.





La notación occidental tiene su origen en los monasterios europeos del siglo IX. Los primeros signos conocidos en este periodo reciben el nombre de “neumas”, los cuales son trazos sobre la letra, que ayudaban al interprete a recordar el camino de la melodía. Parece ser que esta notación viene de la antigua Grecia. Para tener una mejor recordación de estas melodías, aparecen los “neumas diastémicos” los cuales reflejaban la altura de los sonidos en torno a una línea horizontal trazada sobre el texto.

Más adelante, Guido d’ Arezzo formaliza esta práctica a través de la creación de cuatro líneas horizontales en la cual podían calcular con precisión el movimiento de la melodía. Aquí respalda las notas, las cuales estaban nombradas anteriormente con letras: A, B, C, D, E, F, G, con las sílabas ut, re, mi, fa, sol, y la, en un sistema llamado solmización, precursor del solfeo.

Mano guidoniana, para seguir la solmización 


Con la creación de este sistema, la aparición del organum y el discantus nace un nuevo concepto conocido como tenor que traducía como el que sostiene y el duplum que traducía como segunda voz. La unión de estos nuevos conceptos dio nacimiento a la polifonía, la cual es la forma de combinar varias voces en un todo armónico.

Entre el siglo XII y XIII nace el Ars Antiqua o arte antiguo, una época marcada por la percepción de la música que agrada al oído, dejando a un lado la importancia de la expresión espiritual en cuanto a armonía se refiere. En esta época la imagen del compositor empieza a ser visible y nace además del concepto de polifonía, el concepto de contrapunto.



Para los siglos XIV y XV se desarrolla la polifonía, y con ella la preferencia de ritmos más complejos de interpretar, dando paso al Ars Nova o arte nuevo. Las nuevas misas y obras litúrgicas empiezan a ser más complejas, teniendo hasta 62 voces cantadas a la vez con un texto diferente. La música religiosa empieza a pasar a segundo plano y la música profana se enriquece.

Si bien en los siglos anteriores al siglo IX existía la música profana, no existen muchos escritos de ella, ya que eran los monasterios contaban con sus copistas dedicados a copiar y guardar los escritos musicales utilizados en los ritos, mientras que los intérpretes profanos no siempre contaban con los conocimientos para plasmar sus melodías, además de que estas se transmitían de forma oral y decían que el escrito no reflejaba la habilidad de improvisación que ellos daban a sus obras. También pudiera ser simplemente por miedo a que otros artistas se atribuyeran sus obras.

Existían diferentes actores que componían e interpretaban la música profana, entre ellos encontramos:

Trovadores: poetas y compositores que interpretaban canciones inspiradas en el amor cortés para la nobleza, normalmente estos personajes pertenecían a la aristocracia.

Trovero: el que canta las composiciones de los trovadores





Juglares: músicos e intérpretes, malabaristas y acróbatas ambulantes (viajeros) con dominio de algún instrumento, también eran bailarines y cantantes. No estaban protegidos por la ley.



Goliardos: clérigos sin empleo, interpretaban en tabernas canciones obscenas en las que satirizaban todos los niveles de la sociedad. Sus canciones eran en latín y a capella. Migraban de escuelas y se les consideraban vagabundos.


Ministriles: músicos que tocaban para los nobles, tenían patrón, pero también tocaban en las calles y las tabernas.


Algunos ejemplos de obras de este periodo:

  • Guido d' Arezzo - Ut queant laxis:


  • Hidelgard von Bingen - O rubor sanguinis:

  • Del Ars Antiqua al Ars Nova:


  • Guillaume de Machaut: La messe de Nostre Dame - Kyrie:


  • Llibre Vermell de Montserrat - Stella Splendens





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